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Candidato a caos reptante, con experiencia mínima liándola. Aprendiz de una de las revoluciones económicas más gloriosas, la marginal. Gente de buen parecer que intenta poner a lo cuantitativo en su sitio, bien glorioso y muy importante para todo lo que nos rodea.

viernes, 13 de mayo de 2011

Primeros renglones.

Batallones de humanistas han intentado resaltar la especial idiosincrasia del ser humano, obviando vergonzosamente que somos las sobras de un largo proceso evolutivo. Esto se ha reflejado en lo que hemos podido observar en las noticias de toda clase, en donde la atención se centra mucho más en el lado emocional de los acontecimientos, algo paradójico pues el propósito es atraer al público con tal de obtener buenos resultados financieros al cierre del año fiscal. Verbigracia, si vemos una noticia en donde un hombre cuarentón y de más de cien kilos mata a su esposa, de lo que se hablará es del patriarcado y de lo indignante que es que ocurra todavía. Se pondrá el acento en los vecinos y sus testimonios. Se obviarán los costes ocultos de este acto en particular.

Esta bitácora leerá en clave matemática las noticias que otros medios ya han publicado y les dará una perspectiva nueva, la de la repercusión estadística. De cómo pequeños sucesos afectan, aunque sea una nimiedad, a los grandes procesos. Veremos cuánto vale una persona para el Estado de Bienestar, una pregunta que siempre me he planteado. Al mismo tiempo, también quiere plantear, con empirismo, un hecho: que absolutamente todo tiene su precio. Barato o caro, pero se paga: a veces se percibe que un precio muy bajo equivale a gratis, olvidando que se paga igualmente.

Verán, hablemos del que mata a su esposa. Su crimen es relativamente barato: el cuchillo de 3,60 euros que penetra la piel de la mujer y entra en su corazón; que ha sido comprado en una ferretería a cinco minutos de la casa hace años. Se le ha sacado mucha rentabilidad. Mirémoslo por otro lado. El asesino puede sufrir daños emocionales, pero no considerar tanto su pérdida de libertad: éste no es un precio demasiado elevado comparado con lo que veremos en los próximos renglones.

Esta sencilla acción tiene unos costes elevadísimos considerando todos los factores. Se tiene que movilizar la policía. Es probable que algunos políticos locales consuman más kilocalorías a la hora de moverse y realizar debates sobre el tema de la violencia conyugal. Se consumen recursos jurídicos. Es posible apreciar una pérdida temporal de productividad en la familia de la víctima debido a los daños emocionales que, a su vez, repercute en el consumo nacional aunque sea un cambio casi inapreciable. Esa plaza en el sistema penitenciario es cara, con comidas diarias y algunos servicios más. Y no hablemos de lo que sigue.

¿Y para qué surge este espacio? Por la necesidad de hacer ver que algún cambio, por muy pequeño que sea, afecta. Imaginad. Poned un granito de arena. A la derecha, otro. Y así sucesivamente: en una hora, no se notará mucho. Pero en siete meses, ya se notará una larga hilera. Y porque, no nos engañemos, hay mucho de cuantificable en el ser humano, ante todo, ser consumidor de kilocalorías y fiero calculador intuitivo de oportunidades, algo que se ha resumido, por ejemplo, en el famoso concepto de coste de oportunidad.

La dimensión espiritual, el núcleo central de la sobrevaloración del ser humano, es una filfa: cientos de componentes corporales con nombre y cumplidores con las leyes de la física sustentan ese cuerpo bípedo que siempre sobrevivirá en un mundo de recursos limitados. Y que se relacionará con los otros, siempre teniendo en mente una versión intuitiva del coste de oportunidad y de la eficiencia energética. Quien sepa teoría de juegos, economía, neurociencia, psicología, sociología y diversas ramas de la biología, descubrirá que actúa en función de las posibilidades que tenga en su entorno.

Por último, esta bitácora también entrará en cómo el ser humano es matemático en sus diversas dimensiones y emitirá reflexiones al respecto.

¿Y su periodicidad? No exageradamente aleatoria. Al menos un par de escritos al mes.

Referentes intelectuales

Me preguntará, imaginario lector, cuál es mi ídolo intelectual. Tiene nombre y apellidos: no hay necesidad de bautizarle. Es real y tengo la certidumbre de que salió una vez del útero de su madre. Allá va. ¡Me postro ante usted, John Allen Paulos! Su doble lucha es digna de admirar. A enumerar: contra la calvicie, afrontando la nueva carestía de las relaciones sociales, y contra la ignorancia matemática, para lo cual Vd. tiene que redoblar esfuerzos. No todos los científicos van a hacer divulgación: el coste de oportunidad es traicionero.


Una introducción a su bibliografía, con obras como El hombre anumérico, puede que le ayude a cambiar la perspectiva de las cosas. Su estilo es accesible, nada que ver con la gastada retórica de un profesor de matemáticas que se endiosó en su poltrona de funcionario y se limita a dar explicaciones maquinalmente, sin pasión en ellas. Plantea ejemplos prácticos y ayuda a hacer ejercicios mentales usando las matemáticas como base.

Otro ídolo. Y ya van dos vivos, con tal de ahorrarme talar madera para construir tótems. Hablemos de Steven Levitt, un joven despierto y frágil que se acerca, ya pasada la cuarentena, a las bestias de la vejez y los caprichos de la genética. Su obra principal, Freakonomics, escrita en colaboración con Dubner, se lee rápidamente y tiene un estilo explicativo que te engancha, aún cuando se haya ganado asimismo críticas. Pero, ¿qué importa eso? Obras poco conocidas como Me Da Error, de José Luis Álvarez Fernández, también tienen un estilo ágil y que engancha. Lo que nos importa del libro es la capacidad de Levitt para hallar costes ocultos y sutilidades en todo acontecimiento humano, acercándonos al lado pragmático de la Economía. Y su proceder me gusta, es parecido al trabajo que se hará en la bitácora.



El tercer ídolo directamente ya no está vivo: es más, ahora debe ser un manojo de partículas flotando por el aire y aspiradas por todos nosotros. Es Frederic Bastiat, economista galo de corte exageradamente liberal, algo que no comparto pues lo que me gusta es el punto medio, pero sus planteos son interesantes. Véase el problema con el cristal roto, en donde no solemos reparar en sus costes ocultos. Y esta bitácora quiere hablar de las consecuencias más ocultas de ciertos acontecimientos como un accidente. Y si quieren profundizar más, quemen sus ojos en el monitor con esta obra.

Puede que me encuentre más ídolos de los cuales haya bebido, pero ya los mencionaré más tarde.

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