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Candidato a caos reptante, con experiencia mínima liándola. Aprendiz de una de las revoluciones económicas más gloriosas, la marginal. Gente de buen parecer que intenta poner a lo cuantitativo en su sitio, bien glorioso y muy importante para todo lo que nos rodea.

miércoles, 26 de octubre de 2011

¿Cuánto pesa tu voto?

Publicado originalmente en El sociólogo irrelevante

Veamos un par de posibles apreciaciones sobre las elecciones:

«Total, si voto no pasa nada. Y si no, tampoco.»

«¡Mi voto será decisivo! ¡Los que no votan son vagos!»


Son dos de tantas formas de pensar sobre las elecciones que convergen en un abanico pequeño de actuaciones: votar nulo, en blanco o a algún partido, o no votar (introdúzcase más variaciones según el sistema electoral). Hijos de una enorme gama de circunstancias y tras un estudio intuitivo del entorno sociocultural que les rodea, sobrestiman o subestiman su capacidad de voto. Lo más probable es que no los encontréis calculando el valor exacto de su voto, como en estos artículos de opinión: [1] y [2].

El penúltimo barómetro del CIS (julio de 2011) ofrece un buen ejemplo. Atengámonos a la pregunta 28, «¿Me podría decir si en las elecciones generales del 9 de marzo de 2008...?». Descubrimos que más de un 16% de una muestra de 2.475 encuestados no votó y las causas, principalmente, son 3: no pudo acudir a votar, acudió pero no pudo hacerlo o prefirió no votar. Analicemos los cruces. Relacionando la susodicha pregunta con variables socioeconómicas, políticas y sociodemográficas encontramos lo siguiente sobre quienes no han votado:

a) De la izquierda (escalas 1 - 4) al centro (5 - 6), el porcentaje de quienes no votan es relativamente alto (los porcentajes van del 11,3% en la izquierda moderada, que abarca los rangos del 3 al 4, al 20,5 en la izquierda de la izquierda). A su vez, un porcentaje aún mayor, el de la gente que no sabe o no contesta, no vota (el que ignora se queda en un 30,8% y el que no quiere contestar, en un 33,1%).

b) Encontraremos el mayor porcentaje (20,4%) en los municipios de 100.001 a 400.000 habitantes, aunque podemos encontrar una gama de porcentajes que no varía demasiado a partir de los 10.000 habitantes: del 14,1% al 20,4%. E incluso por debajo, en las categorías de municipios de 2.000 habitantes o menos y entre 2.001 a 10.000 habitantes, hallamos, respectivamente, estos porcentajes: 11,6% y 12,3%.

c) Hay otras variables que no parecen tener mucha incidencia en no votar, como el de los estudios (el rango de porcentajes va del 12,4% al 20,6%). Sin embargo, la edad sí que parece tener algo que ver: entre los que poseen 25 y 34 años, llegamos a encontrar un 25% de no votantes, porcentaje que disminuye ligeramente en el siguiente rango de edades (35-44) para continuar con su caída en los siguientes rangos, hasta llegar a ver un ligero repunte en la vejez (un 9,8% en individuos a partir de 65 años).

Como se observa, parece ser que podemos empezar a señalar circunstancias propias de quienes no votan, con lo cual merece la pena detenerse para ahondar en estudios que traten las actitudes y conductas frente al voto. Mostremos un par de ejemplos del CIS para ver en cómo se puede ahondar más en la cuestión:

a) Un estudio del CIS realizado en 1996 y titulado Actitudes sociopolíticas y cultura democrática. Latinobarómetro 1996 (I). Tenemos preguntas jugosas como «¿Vd. cree, en términos generales, que las elecciones en este país son limpias o son fraudulentas?». Y poco menos de un 23% que contesta que sí lo son. Y en la siguiente pregunta (sólo para los que han afirmado que lo son), se despliegan razones. La que triunfa es la «Otra», en donde puede haber diversas razones. Y le siguen las respuestas «Problemas de fraude electoral», «Las elecciones no sirven» y «No responde».

En otra pregunta, «Algunas personas dicen que votar por un partido u otro hace que las cosas sean diferentes en el futuro. Otras dicen que votar a un partido u otro no hará que las cosas mejoren en el futuro. ¿Qué frase está más cerca de su manera de pensar?», la creencia en que votar por un partido u otro no empujará a que las cosas mejoren en el futuro tiene su difusión, con casi un 24%. Se encuentran muchas más preguntas jugosas, que podrían ser útiles para analizar cruces y correlaciones en programas como el SPSS.

b) Contemplemos los cruces de este estudio, titulado «Actitudes hacia el estado de bienestar». Centrándonos en un cruce, el de la condición socioeconómica, vemos cómo en los obreros, tanto cualificados (22,4%) como no (22,7%), la opción de no votar se destaca. También cabe destacar el porcentaje de parados (24,6%) y el de pequeños empresarios (21%) que tampoco votan. Y no es plan de redundar, ya hemos analizado muchos otros cruces en el barómetro ya reseñado.

Y podríamos hallar todavía más ejemplos como La participación política de los españoles: democracia de baja intensidad (2007), que ahonda en las causas de la particular participación política de España y podría ofrecer piezas para entender mejor por qué puede haber algunas personas que elijan dicho motivo para considerar que no vale la pena votar. Pero, en todo caso, la búsqueda de los móviles para el no-voto será larga y complicada.

La cuestión práctica: ¿Cuánto vale tu voto?

Expongamos dos ejemplos. Vamos a suponer que no existen leyes electorales como la D'Hont que alteren el peso del voto: supondremos que tu voto vale exactamente lo mismo que el de los demás, independientemente de dónde vivas. Tengamos en cuenta que es un modelo teórico y está para facilitar el análisis. Primero, el abstracto.

Dado que en las elecciones de Modelo Ideal participaron 500.000 personas, de las cuales 2.832 votaron en blanco y 545, nulo, podemos exponer una serie de cifras. Si tú has votado, tu voto contribuye en un 1 / 500.000, lo cual significa un 0,000002% de incidencia en las elecciones. Y se puede expresar de muchas maneras. Si has votado por el partido B, el feliz ganador (150.000 votos), has contribuido con un 0,000007% (aproximadamente). Si se suma una persona o más a aquella masa votante, la importancia individual de cada voto decae. Cuando se unen 3.000 personas y la participación sube a 503.000 personas, el valor de tu voto pasa a ser un 0,000001988%.

Y ahora el real. Tomemos datos de las elecciones españolas del año 2008. Votaron 25.900.439 personas y entre esos votos encontramos 165.576 nulos y 286.182 en blanco. Pudieron votar 35.073.179 habitantes, con lo que hubo una abstención que rebasó el 25%. Con eso, un voto de un español valía un 0,000000038609384%, aunque dicho valor pudiera ser alterado en la práctica por leyes como la D'Hont. Sumemos un español que hubiera pensado «debería votar, pues al menos mi voto puede valer algo». Quienes votarían pasarían a ser 25.900.440 personas. La importancia de tu voto disminuye, entonces, a un 0,000000038609383%. Y ahora una suma más importante, 100.000 personas. Con los votantes a 26.000.440, la importancia de cada voto disminuye todavía más: un 0,000000038460888%.

Por último, supongamos una utópica participación del 100%, sin ni una mota de abstención. Tu voto pasa a tener una importancia del 0,000000028511815%.

Viendo estos datos, se puede defender intuitivamente eso de qué más da no votar. Si no pasa nada, hombre. Y ésos defraudan siempre. El problema es que tu voto, por muy poco que valga, no vale exactamente cero. A no vota. Bien, el voto de todos los demás pasa a valer algo más. B tampoco vota, con lo que ya sumamos porcentajes (o multiplicamos para mayor comodidad). Y si un montón de personas deciden no votar, es como esos granitos de arena que, al amontonarse, pueden convertirse en castillos u otras formas reconocibles por gracia y obra de mortales. En nuestro caso, hacen parte de una gran abstención que podría alterar el curso de las elecciones. Y eso sólo contemplando el caso de España.

Y para el que predica las buenas nuevas del voto, hay que parar el carro. Aportarás tu granito de arena, sí. Pero rara vez tu voto será decisivo. Tiene un peso ínfimo. A no ser que seas de un pueblo muy pequeño, rara vez te encontrarás con que tu voto pueda alterar significativamente el curso de las elecciones. ¡Piérdete entre la masa anónima!

En todo caso, podemos sacar unas conclusiones generales del modelo (introducid todas las complicaciones que podáis, como un valor del voto sujeto a la zona en donde vivas), aunque evidentes. El aporte de tu voto afecta más a un partido que al curso general de las elecciones, pero en todo caso nunca es cero. La importancia del voto varía dependiendo de la participación. Y la más importante de todas, votar sigue siendo útil. Sigue teniendo su valor.

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